Por más de un lustro, la línea Galaxy S Ultra ha sido sinónimo de exceso: pantallas descomunales, sensores de cámara con resoluciones casi absurdas y un enfoque marcado en lo técnico por sobre lo estético. Pero algo cambió. En una jugada que pocos vieron venir, Samsung parece haber clausurado silenciosamente esa era con la transformación del esperado Galaxy S25 Ultra en un dispositivo completamente nuevo: el Samsung Galaxy S25 Edge.
Esta decisión no es simplemente un cambio de nombre. Representa un giro de timón estratégico, un rediseño conceptual del buque insignia de la compañía, y quizá, un intento por redefinir lo que debe ser un “flagship” en 2025. ¿Se trata de una apuesta audaz hacia un futuro más delgado y elegante, o un sacrificio de potencia en nombre del diseño? Como analista de tecnología y periodista especializado en móviles, no puedo evitar plantearme esa pregunta.
La delgadez como bandera: ¿una revolución de diseño o un retroceso funcional?
El primer gran titular del Galaxy S25 Edge es su perfil ultra delgado, un cuerpo que apenas supera los 7 mm de grosor. En un mercado donde los teléfonos tienden a engrosarse con cámaras más grandes y baterías más voluminosas, Samsung ha hecho lo contrario. A primera vista, esto representa un triunfo del diseño industrial: el S25 Edge se siente ligero, elegante, casi futurista.
Sin embargo, esta decisión también genera interrogantes. La reducción de grosor ha venido acompañada de decisiones técnicas importantes: la batería, por ejemplo, desciende ligeramente en capacidad a los 4.700 mAh, lo cual, aunque eficiente gracias al nuevo procesador Exynos 2500 (o Snapdragon 8 Gen 4, según región), podría no alcanzar los mismos niveles de autonomía a los que los usuarios del Ultra estaban acostumbrados. Especialmente para un perfil de usuario intensivo como el gamer móvil, el creador de contenido o el ejecutivo multitarea.
Fotografía computacional: menos hardware, más inteligencia
Donde el Ultra ofrecía potencia bruta en fotografía, el Edge promete inteligencia computacional. Samsung ha reducido la cantidad de sensores traseros, pasando de cuatro a tres, pero incorporando mejoras de software alimentadas por inteligencia artificial. El sensor principal sigue siendo un ISOCELL HP2 de 200 MP, pero acompañado ahora por un ultra gran angular de 12 MP y un teleobjetivo periscópico de 50 MP con zoom óptico de 5x.
Más allá de los números, el verdadero salto está en lo que Samsung llama "Galaxy AI Camera Suite": un conjunto de algoritmos que mejoran la nitidez, reducen ruido en condiciones extremas, y permiten realizar ediciones contextuales directamente desde la galería, como remover objetos o alterar el fondo con un solo toque. Este tipo de fotografía computacional pone al S25 Edge en sintonía con tendencias dominantes, como las vistas en el Pixel 9 o el iPhone 16 Pro, y demuestra que el poder de la fotografía móvil ya no depende exclusivamente del tamaño del sensor.
Procesamiento e inteligencia artificial: el corazón neural del S25 Edge
El S25 Edge no solo es más delgado, sino también más inteligente. Esto gracias a la integración del Galaxy AI 2.0, un sistema de aprendizaje integrado basado en NPU (Unidad de Procesamiento Neural) dedicado. Esta unidad permite funciones como traducción simultánea en llamadas, generación de contenido en apps de mensajería, y resúmenes automáticos de documentos y correos electrónicos.
Todo esto se apoya en el nuevo chip de 3 nm fabricado por Samsung Foundry, que según las primeras pruebas internas, ofrece un rendimiento sostenido superior al del Snapdragon 8 Gen 3, con una reducción de consumo energético de hasta 20%. Esta mejora se traduce no solo en un rendimiento más fluido, sino en una mayor eficiencia para tareas que requieren procesamiento de IA constante, como los asistentes inteligentes o la edición de fotos y videos con soporte de machine learning.
Pantalla y experiencia multimedia: el Edge lleva su nombre con orgullo
Como su nombre lo indica, el Galaxy S25 Edge recupera un concepto que parecía olvidado: las pantallas curvas. No es una curvatura tan marcada como en el S6 Edge, pero lo suficiente para ofrecer una experiencia inmersiva sin comprometer la usabilidad. Se trata de un panel Dynamic AMOLED 2X de 6,78 pulgadas, resolución QHD+, tasa de refresco adaptativa de 1 a 120 Hz, y un brillo máximo de 2.800 nits.
Este es un teléfono hecho para disfrutar contenido: ya sea ver series en HDR10+ o jugar títulos móviles exigentes como Genshin Impact o Call of Duty: Warzone Mobile. Acompañado de altavoces estéreo calibrados por AKG, la experiencia audiovisual es, simplemente, de las mejores en Android.
Software, sostenibilidad y el factor chileno
Con One UI 7 basado en Android 15, Samsung ha logrado refinar aún más una de las capas de personalización más completas del mercado. Se han eliminado redundancias, mejorado la coherencia visual, y se ha introducido un “Modo Eco” que adapta todo el sistema para maximizar la duración de batería.
Además, Samsung da un paso relevante en sostenibilidad: materiales reciclados en su estructura, un empaque completamente libre de plásticos y una promesa de siete años de actualizaciones de software, al estilo Google o Apple. En el mercado chileno, donde la renovación de móviles suele extenderse por más de tres años, esta política puede ser un factor decisivo. A esto se suma una red de servicio técnico bien posicionada y convenios de financiamiento con operadores locales que podrían facilitar su adopción.
¿Y el precio? Una decisión estratégica
Aunque aún no hay confirmación oficial, se espera que el S25 Edge tenga un precio base similar al del antiguo Ultra: alrededor de $1.299 USD. Esto lo coloca en la cúspide del mercado premium. En Chile, eso podría traducirse en precios cercanos a los $1.300.000 CLP, dependiendo del dólar y políticas de importación.
¿Es justificable este costo? Para un usuario que valora diseño, potencia, soporte de software a largo plazo y funciones de IA avanzadas, probablemente sí. Pero también es cierto que competidores como Xiaomi, OnePlus o incluso Motorola ofrecen alternativas potentes por precios notablemente menores.
¿el comienzo de una nueva era Galaxy?
Samsung ha hecho algo más que cambiarle el nombre al S25 Ultra. Ha tomado una decisión filosófica: dejar atrás el gigantismo tecnológico en favor de una elegancia pensada, delgadísima, alimentada por inteligencia artificial y fotografía computacional. El Galaxy S25 Edge no solo se siente como el futuro, sino que representa un cambio de paradigma: menos peso, menos sensores, pero más inteligencia y más diseño.
Eso no significa que sea perfecto. La autonomía está en la cuerda floja, y los usuarios más entusiastas quizás echen de menos las especificaciones monstruosas del Ultra. Pero si este es el nuevo rumbo de Samsung, me resulta fascinante ver hacia dónde nos lleva.
¿Y tú qué opinas? ¿Extrañas al Ultra o te seduce esta nueva visión del Edge? Cuéntame en los comentarios.